miércoles, 15 de septiembre de 2010

Dormida marea

Te gustaría que yo fuera más serena,
divina y sometida,

acaso
una virgen enferma
en  perdidas
laderas.

Me conoces.

La noche es una loba negra
y extiende sobre mí
su crin cómplice,


el ímpetu desgañita
las ansias
de esquilmar la tierra.


La  mar es ancha perla
desvestida y sola

soy su dormida marea,

pero mi sangre se agolpa como esa loba
voluptuosa espuma
desnuda bajo la sombra,

luna 
cadenciosa que ilumina 
la selva,
gineceo mío
que desboca y alborota.

Brilla el muslo que besas,
y yo hilo en el huso
tu sombra. 




Siembra


Siembra tu descaro en mí.
Arqueada mi espalda,
tómame.
Mueve tu arcoiris
en mis suaves nalgas.

Con tu astro altanero,
custodio de humanidad,
hagámonos serpientes
y mordiscos.

Siémbrame,
ara tu tierra breve y sencilla
tu hoz escarde en los esquilmados huertos
y tu homenaje estalle en aquel anhelo.

Moremos en la hoguera
muévete en tu volcán
escancia tu lava
muerde esa aventura
tiránizame
enrédame a tu cuerpo,
bébeme el rocío
luego vuélvete al Olimpo.

Lúbrica esa tarde
de lluvia y silencio.

Hombre mío encantamiento
y tributo del cielo.

Indio


Indio hermoso
moreno mío,
manantial ancho detenido
esta mañana te he tenido
entre mis labios.

Tu mirada ha mirado por mis ojos
lo desperdiciado del mundo,
y has olvidado un segundo
la miseria en mi piel.
He sentido un ápice fino y dulce
que me atormenta,
tu  lengua ha lamido un infinito
y me has dicho:  ¡ ámame  mujer¡
¡toma de mí cada lunar,  cada vello
ensalívalo¡
¡cada poro y su sudor, ámalo,
mujer, libérate en mi pecho¡
¡deja mecerte¡

Mi boca muerde tu boca,
nuestras lenguas se revuelcan furibundas
hasta sentir erecto el trigo que empieza
a amanecer
en la fresca hondura de la aurora.

Soy la amanecida,
mañanera de tus sueños,
exquisito mío, exquisito mío,
oh¡  maravilloso manjar que quema.

Poema II

Dulce el viento
esta noche sola,
mi piel no bebe
y te espera ansiosa,
no hay gránulo
en mi vientre
y yo te deseo.

Acerca tu cuerpo
como un brioso corcel a mis pechos
y muerde su leche,
hombre, 
yo te amo,

hazme tu flor de penumbras
ábre este  cáliz y bésame
penetra la luz que persigues
aplasta mi  frente y sigue
hasta donde tú quieras,

espero ansiosa el  mentón
mientras el susurro de tu voz
gime en mi hombro,

asciende y deciende
sobre el huerto

y yo espero  colear
sobre esta estera
que he bordado
con tu nombre.

Deséame 
soy tu  placer

te haré un altar
para invocarte
entre ligados hatos, 

y estas ansias
de besar tus muslos

me dejen y
contemple la lluvia


cómo evapora. 

Fría espada

Te ofrendo 
esta copa de nieblas,
púlela con tu dulcedumbre,
con tu desnudo
resplandor  me queme,
que la niebla se disipe,
que el cristal brille.

Fuiste mi primera vez,
fui tu primera vez,
besa los oscuros arreboles que urden tu pudor
sobre ellos.

No olvides la clerical
campana que bostezó su silencio
cuando una carne libre se entregó
en los conventos.

Todo te consiento,
abro las hojas del fruto,
te envuelvo tronco,
gime,
gimo encendida de luz serrana.

Roza mi espalda tu fría espada,
y un relumbre de filo gritará
y mi caparazón habrá envuelto
tu pudor
que agoniza en mi jubiloso cuerpo
derramado sobre un lecho
como un día fue.


Desnúdame


Desnúdame
arrecife en océanos briosos
y abisma tu boca
en mis caderas,
cuando  rompa el anhelo la virtud.

Tus vísceras 
y la tostada simiente
vuelquen su blanco licor que edulcora la  voz
y me convenza,

abriré el pan cálido para tu dedos
y dejes tu almibarada tizana
en el  mascarón que resopla por mí.

Tus manos batan el aire,
silben  sobrevuelos,
mi desnudo pubis y tus yemas clávense
en la huella eterna,
cuando voltees tus ojos a mis ojos 
ya hundida
en el mar.  

Bajaré la cremallera y me incitarás
la lujuria de las santas,
la ruidosa altiva,
idealizada mujer,
te beso en la profundidad de los mares
que embisten su pez devorador
en la espuma sagrada de una diosa.

Ábreme como una rosa presa hace siglos,
no te niego palabras soeces ni rasguños
que marquen
a fuego tus dientes
en mi agudo pezón. 

Tu mensaje vomite labios entreabiertos
la muerte dulce 
y quejumbrosa,
mi brasa inmóvil 
cerraré.

Líbame el rocío, enrédame
a la verga recia del rosal,

que el cimbreo no fatigue las pelvis.



Poema I

Déjame en las algas de la playa
sucia.
Entrégame tu beso incondicional,
fornica con tus ojos bellos
el batir brusco en la gaviota,
cúbreme con una bruma hipócrita,
pero no menos placer.

Déjame en las aguas sagradas revolcándome
te entrego la morada y riega sus amapolas
sucumbe en mis pechos niño y hombre,
porque no conozco otro fuego corcel de horizontes.

Déjame el perfume que persiste más allá del amor,
el que tu lengua roza por las orillas de los templos,
gira escurridizo reptil que no alcanzo a nombrarte
enrédate a la seda de mis muslos
tu libro de páginas abiertas
y  en cada hoja escrita con tu siembra.

Déjame la palabra más bella
con su dulce melodía mentirosa,
ponme todas tus voces gloriosamente sabias
en mis pechos salobres.
Pues,
de todas tus mentiras no agotaré mi oído,
seguiré ondulando
por cada palabra dicha y me provoque.