miércoles, 15 de septiembre de 2010

Fría espada

Te ofrendo 
esta copa de nieblas,
púlela con tu dulcedumbre,
con tu desnudo
resplandor  me queme,
que la niebla se disipe,
que el cristal brille.

Fuiste mi primera vez,
fui tu primera vez,
besa los oscuros arreboles que urden tu pudor
sobre ellos.

No olvides la clerical
campana que bostezó su silencio
cuando una carne libre se entregó
en los conventos.

Todo te consiento,
abro las hojas del fruto,
te envuelvo tronco,
gime,
gimo encendida de luz serrana.

Roza mi espalda tu fría espada,
y un relumbre de filo gritará
y mi caparazón habrá envuelto
tu pudor
que agoniza en mi jubiloso cuerpo
derramado sobre un lecho
como un día fue.


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