Arden tus ojos,
adivino,
adivino,
porque sepulta vibra una estrella
su mueca en mi autopsia,
y yo asciendo como una raíz al aire.
Sola.
Arden las ondas
de nuestros vientres
al sol como gaviotas.
Lleno estás, no finjas un luto
Lleno estás, no finjas un luto
cuando los silencios estallan
la blanca lava
y vidrios queman tus yemas
y el piano solitario gime un clamor
del deleitoso furor de tu sangre
colmada en mi bahía.
Somos dos embarcaciones
en el único sitio disponible.
Soy yo el volcán azul intrépido
que rompe su tela mentirosa,
te enciende tornadizo
vibrante sobre mi ombligo.
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